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 de 2021


   
Testimonios y recuerdos
 
Soy Cristina,
 
Margarita y yo nos conocimos hace 23 años y durante 18 años fui su acompañante. En todos estos años nos conocimos muy bien y mucha gente se asombraba que con solo mirarla ya sabía lo que quería y sentía.
Nos divertíamos y reíamos de pequeñas cosas cotidianas, nos hicimos “compinches” y en más de una ocasión “nos escapábamos” o “aparecíamos” de repente en un remate ganadero en Rufino, o en un cumpleaños en Tandil, donde nadie sabía que íbamos. Ella proponía y yo la seguía.
Le divertían mucho las fiestas, y gozaba planeando que color usar, cómo peinarse, causando sensación luego, por su exquisito buen gusto.

Disfrutaba mucho de los “té” organizados en su casa, la cual debía estar impecable y alegre para recibir a sus invitados.

Su casa era un reflejo de su vida, alegre, luminosa y llena de vida.
Amaba la música y a veces cantaba con su pequeña voz. Amaba las plantas, los animales y el campo en su totalidad, y aunque no le gustaba en frío, éste no era un impedimento para salir y volver empapada y muertas de risa.
También tuvimos nuestras “pálidas”, y respetábamos nuestros silencios.
Margarita me ayudó espiritualmente en un momento duro que me dio la vida, amigándome con Dios.
Ella tenía el don se saber escuchar y aconsejaba sabiamente. En una de nuestras innumerables charlas hablábamos de la muerte, pero ella veía más allá y me decía: “Cristina pensar que cuando nos encontremos en el cielo, si Dios quiere, me va a ver caminar, correr y bailar, ¡No es maravilloso!... Sí, Margarita, sería maravilloso pero estoy segura que usted está corriendo saltando y bailando, su bella sonrisa y su grandes ojos llenos de cielo.
Hoy quiero dar gracias a Dios por haberme permitido conocer a  Margarita, admirar su coraje, aplaudir sus valientes logros, recibir su ejemplo de entrega total a Dios y por su infinito amor a la vida.
Hoy siento que Margarita está con nosotros, disfrutando del amor de todos, y teniendo la plana seguridad que nunca la vamos a olvidar.

            Margarita tuvo experiencia de sentir vibrar su corazón con las cosas de Dios, buscó siempre la profundidad del encuentro con Jesús. Recuerdo verla pasar a gran velocidad por la calle Suipacha para llegar a Misa de 20 en el Socorro y hasta recuerdo el lugar privilegiado desde donde ella contemplaba el gran misterio de un Dios que por amor quiso y quiere aun hoy quedarse en el pan y en el vino. No sé imaginan el regalo espectacular que era contemplar la paz de aquellos ojos azules, ojos de mar, ojos de profundidad acompañados por una sonrisa eterna. Siempre sentí que cuando ella sonreía era Dios quien tomaba de sus expresiones para sonreírme y creo que esta experiencia es la de muchos…

La vida de Margarita fue y es para mi vida vocacional un verdadero oasis donde descansar, recuperar la esperanza, las ganas de amar y de buscar la voluntad de Dios. Creo que su vida y en especial sus escritos son como un eco de la Palabra dicha por nuestro Padre Dios, eco que aún hoy sigue resonando en el corazón de cada uno de los que la conocimos. Eco que no nos pertenece. Callar su ejemplo de vida sería no haber comprendido por qué vivió tantos años entre nosotros. Hoy más que nunca, los argentinos necesitamos recobrar la esperanza, las ganas de amar, de volver a Dios y desde allí gritar: ¡Se puede! ¡Amo la vida!  

Lisandro Boyle


       Margarita me ayudo a acercarme mas a Dios , a aceptar y ofrecer las cruces de mi vida. A entregarme mas a la voluntad de Dios y a tratar de poder decir Señor, hágase tu voluntad y no la mía.
Recuerdo muy especialmente una conversación que tuve con ella, que me hizo tanto bien, en la cual me pregunto sobre un acontecimiento muy desagradable que me paso en la vida. Me conmueve todavía hoy recordar con la finura y el tacto que me hizo la pregunta, y me dijo "Si no queres no me lo contestes". Al mismo tiempo me hizo ver como a pesar de su enfermedad esta al tanto de todo lo que nos pasaba a todas.
Otra vez me hizo llamar por teléfono, para ver como estaba, porque cerca de mi casa  habían tomado unos rehenes y lo había visto por televisión. Otro recuerdo es cuando  SS. Juan Pablo II vino a la Argentina en su ultimo viaje, Margarita estaba frente a la Nunciatura, junto a los chicos de A..., el Papa llego en el papamóvil y al verlos a los tres se bajo y fue directamente a saludarlos, recuerdo no solo la emoción de Margarita sino la de todos los presentes.

Anónimo.

   

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